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domingo, 19 de diciembre de 2021
sábado, 2 de octubre de 2021
Poeta Medardo Ángel Silva
“Cuando de nuestro
amor
la llama apasionada
dentro tu pecho
amante
contemples extinguida…”
Así inicia el poema “Con el Alma en los Labios”, escrito por Medardo
Ángel Silva y obra que a quienes lo leen o lo escuchan en el pasillo
interpretado por Julio Jaramillo los llena de nostalgia y romanticismo.
Demás está decir que El alma en los labios es el poema más conocido de
Medardo Ángel Silva, en gran parte, gracias a que fue convertido en canción.
Versos que, según la leyenda, Medardo Ángel Silva escribió a pocos días de
suicidarse. Lo hizo a mano, con tinta roja y los dedicó a Rosa Amada Villegas.
Medardo Ángel Silva Rodas, nació el 8 de junio de 1898. Que se enamoró
de Rosa Amada Villegas Mora, de 14 años y domiciliada en Morro 704 entre
Bolívar y Quisquís (actual Rumichaca entre Víctor Manuel Rendón y Quisquís).
Aunque también tuvo otro amor, pero secreto: Ángela Carrión Vallejo,
muchacha que vivía desde 1918 en su casa. La criaba su madre, Mariana Rodas, a
petición de unas monjas. En 1919 nació la única hija del poeta: María Mercedes
Silva Carrión (quien murió el 9 de agosto de 1981).
La muerte del poeta, hace 102 años, fue el 10 de junio de 1919, a
escasos días de cumplir sus 21 años. Detallan sus amigos y biógrafos que esa
mañana, Silva despertó resfriado.
Por la tarde, vistió de traje negro, zapatos de charol, bastón, corbata
de seda negra y se dirigió a casa de Rosa Amada. Allí, ante ella, murió de un
disparo en la cabeza. Tiempo después, ella se casaría con el poeta y músico
Lauro Dávila, autor, nada menos que de la letra de Guayaquil de mis amores.
¿Pero que hay tras las letras de
este poema? ¿Era Medardo Ángel Silva lo que la juventud actual cataloga como
«novio tóxico»? Leamos lo que dijo la mujer delante de la cual el poeta decidió
terminar su vida el 10 de junio de 1919.
Siendo Rosa Villegas el centro de
atención después del suicidio del poeta guayaquileño Medardo Ángel Silva;
acosada por vecinos, amigos y medios de comunicación para conocer la verdad,
aparece el testimonio de la mujer que despertó un amor desbordante en aquellos
años frágiles del poeta suicida.
“Él dijo que me amaba, tendría yo
entonces entre 14 y 15 años, muy joven, escasa experiencia, fácilmente
sugestionable”.
Fuimos enamorados corto tiempo;
si yo lo hubiera amado realmente jamás habría sido feliz a su lado… se inyectaba,
pude intuir con la ayuda de mis padres de lo que se trataba.
Decidí terminar tales relaciones.
Él insistió muchas veces en reanudar aquello. Me lesiona tratar (el asunto de
“El alma en los labios”) esa letra me la envió después de haber terminado nuestro
enamoramiento, él insistió constantemente; era un manuscrito en tinta roja”.
En la reconstrucción de la escena
del suicidio, Adolfo Simmons revela el propio testimonio del poeta
guayaquileño.
Se asegura que a las 08h30 de la
noche del 10 de junio de 1919, Medardo Ángel Silva llegó algo trastornado a la
casa de Amada Villegas.
Se afirma que minutos antes había
vaciado el revólver en su casa y le había puesto una sola cápsula. La forma
como se presenta la escena del crimen, demuestra la preparación consciente del
hecho que iba a suceder.
Dice textualmente Adolfo Simmons
lo siguiente: “Después de unos minutos de charla con la chiquilla y con la
madre, pidió permiso a la señora para hablar a solas con Rosa Amada.
En la sala, él le indicó dónde
debía sentarse, les esperaba una poltrona. Silva le dijo 4 veces “acércate más
y atiéndeme cinco minutos” y como era la cuarta insistencia y cuando ella se
disponía a acercarse se oyó una detonación. El poeta había muerto”.
Más allá del suicidio del poeta
guayaquileño, de los acontecimientos previos a su muerte, lo que realmente
merece ser analizado es la capacidad creativa de este escritor, dueño de una
sensibilidad, tejida dentro de los esquemas del romanticismo y con un acercamiento
a los caudales que venían de norte a sur, con la marcada influencia de Rubén
Darío.
Hoy nos queda “Alma en los
labios” en la entonación de un pasillo que todavía lo cantan los jóvenes en
momentos de nostalgia.»
https://www.ambatolibertad.com/noticias-ecuador/101-anos-del-suicidio-de-medardo-angel-silva/
https://www.eluniverso.com/2011/06/11/1/1379/el-alma-labios-poeta-medardo-angel-silva.html/
domingo, 31 de enero de 2021
KARLA SOFÍA | Adiós Pueblo de Ayacucho
Adiós pueblo de Ayacucho
«Adiós pueblo de Ayacucho» es un
popular huayno peruano, considerado un himno en el departamento de Ayacucho.
De autoría anónima, fue grabado por primera vez en 1930 por el ayacuchano y
maestro arpista Estanislao Medina en Lima.
Teorías sobre su autoría
Manuel Acosta Ojeda postuló dos
posibles teorías sobre el origen de este huayno, la primera fue relatada por
Florencio Coronado en una entrevista en el programa radial de Ojeda en Radio
Nacional, El heraldo musical, en la que afirmó que este tema fue dedicado a la
victoria de los patriotas sobre los realistas en la Batalla de Ayacucho (1824),
la segunda hipótesis, postulada por Raúl García Zárate, cuenta que la composición
fue inspirada en el militar Andrés Avelino Cáceres Dorregaray, el Brujo de los
Andes, héroe de la Breña y político muy apreciado por los quechua hablantes,
quien tras ser derrotado por Nicolás de Piérola en la guerra civil de
1894-1895, se refugió en Huamanga, de donde fue expulsado.
Otra versión popular se refiere
al sacerdote José Medina Gálvez
En su libro Literatura de
Huancavelica. La voz del trueno y el arco iris (2012), el docente
huancavelicano Isaac Huamán recoge dos autores (Bruno Castellares en 1925 y Federico
Salas en 2008) quienes afirman que el autor sería un tal Luis Uchurri quien
enamorado de una bella huamanguina de nombre Perla.
Era la viuda Perlacios, más
conocida como Perla, que frecuenta la parroquia Santa María de la Magdalena que
está a cargo
del sacerdote José Medina Gálvez,
a quien visita con frecuencia la viuda Perlacios (Perlita) de quien el párroco se
enamora locamente porque la viuda, era una mujer muy bella, por cierto, cuya
relación se hace público muy pronto. Al respecto Rivera y González manifiestan
que:
“Las autoridades eclesiásticas
juzgaron, casi en forma sumaria, y sancionaron al cura con el exilio de
Ayacucho y arrepentimiento sirviendo en una parroquia lejana y de menor
jerarquía. Así, el sacerdote pecador fue destinado al pequeño pueblo de
Julcamarca, a donde marchó el apasionado enamorado y, en su primera pascana, el
pueblo de Huanta, con despecho, profunda y lacerante tristeza, se entregó al
licor, creyendo encontrar sosiego en este. Entre libaciones trágicas y
acompañado de su guitarra inició una especie de panegírico de amor, en las
melodías de un wayno, desgarrador y dramático su protesta en los arpegios de su
inspirado amor herido”